Comentario
Las "Partidas" nos informan que "romeros et pelegrinos se facen los homes para servir á Dios et honrar á los santos". Aunque muchos recorrían el camino practicando con la peregrinación una expresión de sus piadosos sentimientos, había otros que lo hacían cumpliendo una penitencia impuesta, o sufriendo una pena o castigo judicial. Tampoco faltaban los simples escapistas, o aquellos ansiosos de conocer nuevas gentes y lejanos horizontes. Para los más piadosos no había que buscar otro pretexto que su propio sentimiento espiritual, es decir, el amor a Dios; sin embargo, la mayoría hacían el camino por una palabra empeñada en un momento de desesperación o peligro de muerte, o simplemente con esperanza de superar su desesperación vital.
En la portada de la iglesia románica de Santa Marta de Tera (Zamora) podemos contemplar la figura de Santiago perfectamente ataviado como un peregrino jacobeo de principios del siglo XII: bordón, esportilla y venera. Ya por entonces la venera, nota distintiva de los que visitaban el santuario compostelano, se había convertido en la insignia de cualquier tipo de peregrino. A este respecto resulta muy esclarecedor el relieve de Silos, donde la figura de Cristo ante los discípulos de Emaús es portadora de un morral en el que aparecen las veneras compostelanas con el fin de que se entiendan las palabras del discípulo cuando le invoca "Tu solus peregrinus es in Ierusalem?".
La caracterización más tópica de un peregrino viene dada por dos elementos de su indumentaria: el bastón-bordón y la esportilla o morral. Desde muy antiguo la Iglesia dispuso de un ceremonial de bendición especial para los caminantes, del que tenemos un buen testimonio de referencia en el sacramentario "Gelasiano antiguo" (¿siglo VII?). En esta obra se dedican unas oraciones con el título de "Item orationes ad iter agentibus". Con el paso del tiempo estas fórmulas destinadas a los simples viajeros terminarán convirtiéndose en bendiciones específicas de los peregrinos. Ya durante el siglo IX se agregará la ceremonia de la entrega de los emblemas "sporta et baculus" (bolsa-morral y bastón-bordón). No figura aquí la concesión de otra insignia de la peregrinación, salvo a los que van a partir para Tierra Santa, a quienes se les hará la ofrenda de una cruz. Tan sólo conocemos una excepción, en la que, según algunos especialistas, este distintivo de la cruz posiblemente figurase en el ceremonial de los peregrinos jacobeos.
Así, pues, la entrega de los elementos necesarios para la peregrinación jacobea, como son el báculo y el morral, es la misma que la de otras. La interpretación de éstos es evidente que, partiendo de una función de utilidad, termina adquiriendo un profundo significado simbólico. Para los fieles devotos de Santiago sirven las mismas interpretaciones genéricas y además las propias de los ambientes compostelanos. Se decía que la escarcela debía ser "de cuero de una bestia muerta" para que así el peregrino recordase que "debe mortificar su carne, ya mortificada por los vicios y concupiscencias, con hambre y sed, con muchos ayunos, con frío y desnudez, con penalidades y trabajos". Sobre el báculo el Liber Sancti Jacobi nos informa de lo siguiente: "Por el báculo, puesto que el suplicante lo recibe como un tercer pie para sostenerse, se simboliza la fe en la Santísima Trinidad, en la cual debe perseverar. El báculo es la defensa del hombre contra los lobos y los perros. El perro suele ladrar a los hombres y el lobo acostumbra a devorar las ovejas. Por el perro y el lobo se designa el diablo tentador del género humano".
Si báculo y morral eran propios de todo tipo de peregrinación, ¿qué significa la venera exclusiva de lo compostelano? En principio es la insignia que muestra a todos que su portador ha estado en el santuario de Santiago, en cuyo atrio se vendía entre otros recuerdos. Mientras que zurrón y báculo eran entregados de manera solemne al iniciarse el viaje, las conchas serán el emblema de la peregrinación cumplida. Así se decía que al igual que... "los peregrinos que vienen de Jerusalén traen las palmas, así los que regresan del santuario de Santiago traen las conchas. Pues bien, la palma significa el triunfo, la concha significa las obras buenas".
Al principio era tan sólo una venera, pero, con el paso del tiempo, serían numerosas las conchas que se llevaban como insignias. Para el predicador del siglo XII, antes de cualquier otra interpretación, se trataba de un recuerdo del viaje santo: "Al regresar los peregrinos del santuario de Santiago las prenden en sus capas para gloria del Apóstol, y en recuerdo de él y señal de tan largo viaje, las traen a su morada con gran regocijo".